domingo, 19 de enero de 2014

Mensajes ocultos, voces apagadas


Y tú quieres oír, tú quieres entender. Y yo
te digo: olvida lo que oyes, lees o escribes.
Lo que escribo no es para ti, ni para mí, ni
para los iniciados. Es para la niña que nadie
saca a bailar, es para los hermanos que
afrontan la borrachera y a quienes desdeñan
los que se creen santos, profetas o poderosos.

Botella al mar, de Jorge Teillier.


Con este breve poema, Jorge Teillier logra dar en el blanco. Al escribir, no se puede evitar pensar hacia quién uno se dirige. A fines de cuentas, aunque muchas veces digamos que escribimos para nosotros mismos, la escritura es comunicación, y la comunicación implica a alguien que recibirá nuestro mensaje. 

Siempre estamos escribiendo para alguien. Un diario, incluso, será leído por nuestro futuro yo, muchas veces una persona completamente distinta de la que somos hoy. El destinatario es tan inevitable como lo es el escritor. Creo que Jorge Teililer pone en verso la fantasía de muchos escritores, y artistas. Darle voz a aquel que no la tiene. A la niña que nadie saca a bailar, se le suma el niño que no se anima a dar el primer paso. El extranjero con una cultura cerrada, en un país nuevo, con costumbres alienantes y  tan lejanas como si uno aún se encontrara a miles de kilometros de distancia. A los golpeados, apresados, aislados. A los que, por fuerza, se les intenta quitar la palabra.

Y ese, para mí, es el trabajo del artista. Llevar el mensaje que existe, que cueste trabajo ver entre la penumbra, hacer más fuertes las voces de miles, darle forma a algo que cueste imaginar. Aquel mensaje que se mueve en las mentes de muchos, y solo pocos puedan decir. Para eso, habla el artista.